“No sólo Rita Pérez perdió a sus hijos y marido en la guerra; no sólo Mariana Martínez Rulfo tuvo a sus hijos en los sitios más impensables, menos en su casa. No sólo Carmen Camacho trataría de reclutar soldados, no sólo Leona Vicario sería la muchacha enamorada dispuesta a seguir a su novio para casarse con él. Estas historias son pequeñas muestras de las muchas que produjo la cotidianidad de la guerra. No porque desconozcamos sus nombres debemos dejar de reconocer la labor de campesinas, sirvientas, esclavas, cocineras, mesoneras, costureras, bordadoras, lavanderas, cigarreras, chocolateras, tenderas… quienes desde su puesto de trabajo, su lealtad y entrega hicieron posibles mensajes, información, servicios, cuidados, alimentos, uniformes, calor, silencio, encubrimiento, sacrificio…”